La granja de cuerpos humanos, tal vez la granja mas terrorífica de todos los tiempos
Todo empezó en 1969. El director de la Oficina de Investigación de Kansas necesitaba consejo. Buscaba a alguien que pudiera ayudarle a determinar cuándo se había producido la muerte de una res asesinada por cuatreros.
Por aquel entonces, el cuatrerismo estaba en auge. Los ladrones de ganado mataban a las reses en las fincas, las abrían y las despiezaban sobre el terrero. Con cientos de acres de tierra que manejar, los rancheros tardaban varios días en descubrir los cadáveres de su animales, y cuando denunciaban lo sucedido, la policía se veía impotente: sin poder determinar cuándo se había producido la muerte, no tenían nada sobre lo que construir una línea de tiempo que pudiera guiarles en su investigación.
Los investigadores pensaron en William Marvin Bass III como el hombre que mejor podría ayudarles. Bass, de 41 años, trabajaba como profesor de antropología forense en la Universidad de Kansas, pero de forma ocasional también colaboraba con las fuerzas del orden en la identificación de restos óseos humanos. El hombre, sin embargo, no tenía ninguna experiencia estudiando restos de ganado, y poco pudo aportar al respecto, más allá de lanzar una propuesta:
"Si puedes encontrar un rancho que nos dé una vaca para sacrificar, la observaré cada día para ver qué ocurre. En realidad necesitaríamos cuatro vacas. Una en primavera, otra en verano, otra en otoño y otra en invierno. Uno de los factores principales en la putrefacción es la temperatura".
Aquella propuesta quedó en el aire, pero poco tiempo después Bill volvió a verse implicado en una situación parecida, aunque esta vez no se trataba de reses, sino de restos humanos.
En la primavera de 1971, mientras ejercía como docente de la Universidad de Tennessee, a Bill Bass se le ofreció servir como antropólogo forense del estado. Aceptó, pero pronto empezó a encontrar dificultades en el desempeño de su trabajo.
Su experiencia en las tierras áridas de Kansas servía de poco en un estado más húmedo como Tennessee. Cuando los agentes le llevaban ante un cadáver aún fresco y le pedían que estimara el tiempo en el que se había producido la muerte, Bass apenas podía contestar. Simplemente no existía suficiente evidencia científica sobre la que fundar una respuesta fiable. Fue entonces cuando decidió que había que llenar aquel vacío.
A finales de aquel mismo año, Bass se dirigió al decano de la Universidad con una petición que nadie esperaba: "Necesito un terreno en el que poder poner cadáveres humanos".
Había nacido la Granja de Cuerpos.
Con el beneplácito de sus superiores, Bass fundó la Forensic Anthropology Facility en un par de acres de terreno boscoso adyacentes al Centro Médico de la Universidad de Tennessee. En aquel espacio, el primero de su clase en el mundo, el profesor orquestó el primer esfuerzo organizado para determinar qué sucede cuando un cuerpo sin vida se descompone.
Bass y sus alumnos se dedicaron a plantar cadáveres por todo el recinto. Algunos cuerpos se enterraban en zanjas poco profundas, otros se dejaban tendidos al raso, o se emplazaban dentro de maletas o coches simulando escenas de crímenes reales. A partir de ahí, su trabajo consistía en observar y tomar muestras y notas en busca de pautas.
Pronto comprobaron que la temperatura y otras cuestiones atmosféricas jugaban un papel fundamental en el ritmo de la descomposición. También cuestiones derivadas como que un cuerpo se pudre antes si está vestido con prendas de lana que de algodón. Recogieron muestras de los insectos que colonizaban los cuerpos y estudiaron el timing de las moscas azules —las primeras en llegar a la escena del crimen— y el desarrollo de los huevos que esos moscardones suelen dejar en los ojos, la boca y la nariz del difunto.
Sobre la base de esos datos, el equipo fue desarrollando líneas de tiempo y fórmulas estadísticas que aún hoy se usan para estimar, con sorprendente precisión, cuánto tiempo ha pasado desde la muerte de una persona.
El trabajo pionero desarrollado por Bass en la Body Farm se ha convertido en una de las fuentes de conocimiento fundamentales en el campo de la criminología forense. Por sus instalaciones han pasado centenares de estudiantes de medicina, científicos y agentes de la ley en busca de adiestramiento en el "lenguaje del cuerpo" de los muertos, y el propio Bass se ha convertido en un miembro estrella de equipos de investigación dedicados a resolver casos criminales complejos.
"El olor echa para atrás a muchas personas", confesaba el profesor en una viaje entrevista al respecto de su trabajo. "Pero yo nunca veo un caso forense como un simple cuerpo sin vida. Lo veo como el reto de descubrir quién era ese individuo y qué le sucedió".
Desde su fundación, la Body Farm no ha parado de crecer en dimensión. Cada año son cientos de personas las que firman para donar sus cuerpos a la institución, y su valiosa labor ha inspirado la creación de otros cuatro complejos similares, todos en EEUU.
Bass, hoy retirado de sus labores docentes, sigue ejerciendo como asesor en investigaciones criminales que presentan complejidades. A sus 86 años, tiene claro que quiere seguir contribuyendo a la causa que él mismo inició donando sus propios restos a la granja de cuerpos. Así lo aseguraba el año pasado en una entrevista con Rene Ebersole para Mental Floss. "Siempre he disfrutado con la docencia, y no veo por qué debería dejar de hacerlo cuando muera. Si los estudiantes pueden aprender algo a partir de mi esqueleto, por mí está bien".
Autor: Luis M. Rguez
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